Hacia el 3.500 a.C. un gran invento transformó la vida cotidiana de esos pueblos: la alfarería. Los artesanos crearon objetos de tamaños y formas variadas. Era un cambio casi mágico aquel que convertía el barro trabajado por el alfarero en un material nuevo, casi tan duro como la piedra, que "atrapaba" para siempre las formas dadas. En toda América se utilizó la alfarería con fines diversos: domésticos y ceremoniales.